• El año en que hablamos con el mar

    224 páginas | Tapa blanda con solapas | Formato: 14 x 22 cm.
    Año de publicación: 2021

     

    Una isla, un pacto con el diablo, la campana de oro hundida, el cementerio sin cuerpos y una taberna en un barco abandonado, una mujer y un pueblo que teje el relato de los hermanos Garcés: uno de los mellizos decidió que nunca dejaría la isla donde nació, el otro quiso ver el mundo entero. Esta novela comienza o termina cuando uno de ellos, que salió en bote hace medio siglo, vuelve en avioneta y queda atrapado las cuatro estaciones de un año a causa de una pandemia mundial.
     

    La historia palpita en cada habitante y en cada rincón y el lugar es una voz que indaga si los hermanos Garcés se cobran viejas deudas o reconstruyen con su memoria la abandonada casona familiar.
     

    Luego de su último libro, La muerte viene estilando, premiado y publicado en diversos países e idiomas, el narrador chileno Andrés Montero enciende esta fogata para darle vida a una historia mágica, pero llena de realidad, que como una isla, permanecerá entre las incesantes olas del mar.

  • El Spleen de París

    148 páginas | Tapa blanda | Formato: 11 x 17 cm.
    Año de publicación: 2019

     

    El Spleen de París es una obra maestra, un libro que, además de gozar de una actualidad y una influencia abrumadora, es considerado ya un clásico de la literatura universal. Charles Baudelaire, el primero de los llamados poetas malditos, debido a su vida llena de excesos y a la particular concepción de la moral que se encuentra en sus poemas, nació en París en 1821. Su padre murió cuando él tenía seis años y siempre odió a su padrastro, quien nunca aprobó su estilo de vida bohemio y al que culpaba del alejamiento de su madre. Fue poeta, crítico de arte y traductor. Para Barbey d’Aurevilly, periodista francés, era el Dante de una época decadente.

  • La noche. Vivir sin testigo

    Traducción del francés
    128 páginas | Tapa blanda | Formato: 15 x 22 cm.
    Año de publicación: 2020

     

    La hipótesis que este libro no cesa de profundizar es que le damos nuestro consentimiento a la noche porque está desprovista de testigos designados. El bandido actúa en la oscuridad esperando que nadie pueda reconocerlo en el tribunal. El poeta busca en la noche una inocencia que no encuentra en el día. De una manera menos sublime, quien entra en la noche para no dormir escapa por un tiempo a los juicios del resto o al de su propia conciencia. Velan para ya no ser vigilados. El arte de vivir sin testigo también acarrea obligaciones: existe una ley de la noche, de aspecto menos jurídico que la ley del día, pero no por ello es menos exigente. Pensar la noche es pensar la manera en que la oscuridad cambia nuestra percepción, transforma nuestra relación con los otros o modifica nuestra experiencia del tiempo, pero siguiendo siempre las reglas que le son propias. Para el autor, es necesario privilegiar no la oposición binaria entre lo nocturno y lo diurno, sino las situaciones en las que entran en un prometedor conflicto. Sin eso, el día olvidaría que él es el día de la noche que lo precede: solo habría lugar para una pálida transparencia en la que todos están dispuestos a ser testigos.

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