• Fábulas de la Fontaine

    104 páginas | Tapa blanda | Formato: 17 x 24 cm.
    Traducción libre por Angélica Edwards

     

    Esta selección de Fábulas de La Fontaine que en una versión libre nos entrega Angélica Edwards, nos la ofrece como una invitación para volver a los clásicos y retomar la conversación sobre lo humano. Conversación siempre necesaria, pero tal vez hoy más que nunca, cuando el tiempo se nos presenta como la negación del ocio, lo que ha extraviado para muchos la posibilidad de “estar” consigo mismo y con los otros, conocer, escuchar, empatizar, compartir.
     
    Normalmente se cree que las fábulas están destinadas a niños y niñas, al ser estos textos breves y sencillos, cuya “utilidad” es la “enseñanza moral o valórica” que los más pequeños necesitan conocer. Sin embargo, Angélica advierte de entrada que se trata de fábulas para niños y adultos, y esto porque, precisamente, es su sencillez la que invita y abre el texto para todo público, muchas veces con temas nada de sencillos, y en la mayoría de los casos, temas que interpelan directamente a los adultos y sus conductas.
     
    Ya Hesíodo, poeta de la Antigua Grecia, advertía en la primera fábula que llegó hasta nuestros días: Ahora diré una fábula a los reyes, aunque sean sabios. “Aunque sean sabios”, siempre existe la posibilidad de mirar(nos) a través de distintos espejos, y de conversar, reflexionar individual y colectivamente sobre nuestra sencilla complejidad humana.

  • No tengo amigos, tengo amores

    106 páginas | Tapa blanda con solapas | Formato: 17 x 24 cm.
    Año de publicación: 2018

     

    Este libro teje un relato biográfico urdido con la aguda labia de Pedro Lemebel, autor irreductible cuya voz única se deja oír en estas páginas. Forjado con extractos de setenta y dos entrevistas, que se inician a mediados de los noventa y culminan solo meses previos a su muerte, este volumen contiene sus reflexiones políticas y vitales con una transparencia punzante. Porque Lemebel era, antes que todo, un orador desbordante que desestabilizaba a cualquier interlocutor. Dueño de una pluma afilada, barroca, cargada de dardos de certeza e ironía, Lemebel desnudó las heridas y las supuestas glorias nacionales desde la periferia de los cenáculos y camarillas literarias. Su legado es una escritura ineludible y un modelo para comprender la transgresión política desde la teoría del género. Sus opiniones impactaron como un certero gancho izquierdo a la mandíbula de las pulcras conciencias de la transición. No tengo amigos, tengo amores refleja al Lemebel crítico y teórico, que fundía experiencia y política y sospechó siempre de la “cueca democrática”. Un autor que seguiremos leyendo el próximo siglo, que nos habló de frente, sin pestañear: “No necesito disfraz/ aquí está mi cara/ hablo por mi diferencia”.

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