• Cuatro páginas en blanco

    137 páginas | Tapa blanda con solapas | Formato: 14 x 20.5 cm.

    Incomprendido en su tiempo, Federico Alzubide fue un escritor que, sin haber colocado palabra alguna sobre el papel (y de ahí el título de este libro), movió los cimientos de la crítica. ¿Era un verdadero vanguardista o alguien que se burlaba de sus lectores? Cuatro páginas en blanco, de Lucho Zúñiga, es un notable artefacto estético porque combina el ensayo, la entrevista y el microrrelato para afianzar su carácter metaliterario. Pero es, ante todo, un texto arriesgado y que no debe pasar desapercibido.

  • La tortura y el torturador. Perfiles psiquiátricos de agentes de la DINA

    202 páginas | Tapa blanda | Formato: 14 x 21.5 cm.

     

    El psiquiatra Rodrigo Dresdner vuelve a adentrarse en un análisis profundo para realizar un aporte significativo a la comprensión de la mente del torturador. Situándose en la dictadura chilena, periodo histórico en cual la tortura fue institucionalizada y formó parte de una política de Estado, Dresdner caracteriza a la DINA, primera policía secreta del régimen dictatorial de Pinochet responsable de numerosos crímenes de lesa humanidad, para luego centrarse en los perfiles psiquiátricos de tres de sus más siniestros agentes: Manuel Contreras Sepúlveda, Pedro Espinoza Bravo y Armando Fernández Larios.
     

    A partir de material de archivo y testimonios recogidos de primera mano, el psiquiatra nos muestra cómo la selección de los agentes de este perverso organismo de ninguna manera fue azarosa. Al contrario, precisamente fueron rasgos antisociales y psicopáticos los que destacaron en los perfiles de sus integrantes, quienes cometieron los horrorosos crímenes que aún supuran en el cuerpo herido de Chile

  • Teatro peruano en el tiempo del miedo. Estética, historia y violencia (1980-2000)

    264 páginas | Tapa blanda | Formato: 14.5 x 20 cm.

     

    Entre los años 1980 y 2000 el Perú vivió una época de violencia sin precedentes, nacida del enfrentamiento de dos visiones extremistas sobre cómo solucionar los históricos problemas nacionales. Una se tomó el derecho de atacar el naciente orden democrático para instaurar un comunismo mesiánico, de métodos terroristas, ineficiente hasta en sus estrategias militares. La otra, aprovechando la urgencia de respuestas, se ocupó de desaparecer toda forma de oposición ideológica al liberalismo/capitalismo reinante, y se llevó de encuentro poblaciones vulnerables, históricamente postergadas. El resultado fue un tiempo de miedo, —manchay tiempo era llamado en la zona andina— un trauma social todavía perceptible en varias generaciones de peruanos.
     
    Ante este desplome del tejido social, los artistas del teatro se vieron forzados a dialogar con esta realidad angustiante. Sin embargo, muchos de los discursos escénicos sobre y en medio del conflicto armado, no han sido revisados con detenimiento, en una perspectiva de largo plazo, ni se ha establecido su posible influencia en el quehacer cultural posterior. Todavía algunas preguntas parecen pertinentes de formular: ¿Qué dijo el teatro peruano sobre la violencia?, ¿lo dijo bien?, ¿contribuyó a contar una verdad?

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