• Federico malas pulgas

    Autor/a:Pilar Parro

    30 páginas | Tapa dura | Formato: 29 x 23 cm.
    Año de publicación: 2024

     

    Federico tiene todo lo que necesita dentro de su casa… o eso es lo que cree. Un día, su dueña lo anima a salir a la playa. A regañadientes va, pero lo único que hace es rabiar, ensuciarse y quejarse. De pronto, algo inesperado lo hará mirar el mundo con otros ojos y se dará cuenta de que la vida es mucho más entretenida cuando se disfruta de las cosas simples. ¿Qué lo hará cambiar de opinión?

  • Imágenes virales. El cine de David Cronenberg

    124 páginas | Tapa blanda | Formato: 15 x 22 cm.
    Año de publicación: 2024

     

    En este ensayo, incisivo y paciente a la vez, con un ritmo y una precisión tan rigurosos como el inexorable crescendo que impulsa Una historia de violencia, Cristóbal Durán Rojas convierte el cine de David Cronenberg en un proyecto filosófico para pensar la imagen. No escribe sobre las películas ni basándose en ellas, como si pretendiera contar su verdad o utilizarlas como pretextos para un discurso. En lugar de ello, las examina, escuchando las preguntas que plantean.
     

    A lo que se refiere es a la forma en que las imágenes «se conectan, se reúnen y divergen». La imagen es viral, dice con William Burroughs (de quien Cronenberg adaptó El festín desnudo), es circulación virulenta y parásita. La imagen es compenetración, dice también, viendo cómo la pantalla de televisión de Videodrome se vacía de sus entrañas, como si pudiera purificarse de la heterogeneidad que la desborda.
     

    En cuanto a nosotros, somos los huéspedes de estos virus que son las imágenes. Dan forma a nuestros cuerpos, ya sean propios o protésicos. Es imposible escribir sobre ellos o desde ellos, ya que, como dice Cristóbal Durán, viven en la «indiscernibilidad entre el adentro y el afuera». Su ensayo habita ese entredós.

  • Teatro peruano en el tiempo del miedo. Estética, historia y violencia (1980-2000)

    264 páginas | Tapa blanda | Formato: 14.5 x 20 cm.

     

    Entre los años 1980 y 2000 el Perú vivió una época de violencia sin precedentes, nacida del enfrentamiento de dos visiones extremistas sobre cómo solucionar los históricos problemas nacionales. Una se tomó el derecho de atacar el naciente orden democrático para instaurar un comunismo mesiánico, de métodos terroristas, ineficiente hasta en sus estrategias militares. La otra, aprovechando la urgencia de respuestas, se ocupó de desaparecer toda forma de oposición ideológica al liberalismo/capitalismo reinante, y se llevó de encuentro poblaciones vulnerables, históricamente postergadas. El resultado fue un tiempo de miedo, —manchay tiempo era llamado en la zona andina— un trauma social todavía perceptible en varias generaciones de peruanos.
     
    Ante este desplome del tejido social, los artistas del teatro se vieron forzados a dialogar con esta realidad angustiante. Sin embargo, muchos de los discursos escénicos sobre y en medio del conflicto armado, no han sido revisados con detenimiento, en una perspectiva de largo plazo, ni se ha establecido su posible influencia en el quehacer cultural posterior. Todavía algunas preguntas parecen pertinentes de formular: ¿Qué dijo el teatro peruano sobre la violencia?, ¿lo dijo bien?, ¿contribuyó a contar una verdad?

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